El uso de Inteligencia Artificial (IA) avanza en los tratamientos de reproducción asistida y comienza a incorporarse en laboratorios de alta complejidad con el objetivo de tomar decisiones más eficaces, basadas en datos. Desde el análisis de óvulos vitrificados hasta el seguimiento del desarrollo embrionario, la IA permite anticipar resultados, elegir con mayor precisión y reducir la cantidad de ciclos necesarios para lograr un embarazo.
Uno de los principales usos es la predicción del desarrollo de blastocistos. Se trata de algoritmos que analizan parámetros microscópicos para estimar cuáles óvulos tienen mayor potencial, y si conviene realizar una nueva criopreservación. También se aplica durante el cultivo embrionario, ayudando a definir el mejor momento para congelar o hacer estudios genéticos preimplantatorios. Aunque su implementación aún no es masiva en Argentina por los altos costos, los expertos coinciden en que su avance podría mejorar significativamente las tasas de éxito.
“Estamos frente a una herramienta que puede cambiar el enfoque del tratamiento: si logramos predecir mejor qué embriones tienen más chances de implantación, no solo aumentamos las tasas de embarazo, sino que evitamos repetir ciclos innecesarios”, explica el Dr. Fabian Lorenzo Vicepresidente de SAMeR, especialista en medicina reproductiva y referente de Laboratorios Ferring.
Según explican desde Laboratorios Ferring, Fertilidad 4.0 no solo implica más tecnología, sino un abordaje holístico que combine ciencia, prevención y personalización para acompañar a cada paciente en su camino hacia la maternidad.
Como un todo. En paralelo, los tratamientos actuales incorporan una mirada integral sobre la salud reproductiva. El control de peso, el ejercicio físico y el manejo del estrés crónico son claves, ya que condiciones como el ovario poliquístico y la resistencia a la insulina afectan negativamente la ovulación. También se presta atención a factores nutricionales: la microbiota intestinal y vaginal, por ejemplo, tienen un rol fundamental en los procesos inflamatorios que pueden dificultar la implantación embrionaria.
“La salud metabólica, la alimentación y el control del estrés tienen un impacto directo en la fertilidad. Vemos cada vez más evidencia sobre cómo factores como la disbiosis intestinal o el déficit de vitamina D influyen en la ovulación y en la calidad endometrial”, señala Lorenzo.
Además, los especialistas alertan sobre el impacto de los disruptores endócrinos, sustancias presentes en plásticos, pesticidas y productos industrializados que alteran el equilibrio hormonal. Acciones simples como evitar calentar comida en envases plásticos, filtrar el agua de consumo o priorizar alimentos frescos ayudan a reducir su efecto negativo en la fertilidad.
En este contexto, y frente a una natalidad en descenso —que en zonas urbanas como la Ciudad de Buenos Aires ya se ubica por debajo de 1.2 hijos por mujer, según el Ministerio de Salud—, las estrategias preventivas ganan protagonismo. Los controles de reserva ovárica, la medición de hormona antimuleriana y la criopreservación de óvulos se consolidan como herramientas de planificación reproductiva, especialmente en mujeres que deciden postergar la maternidad por motivos personales o profesionales.